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martes, 1 de junio de 2010

PRÓLOGO DE UNA DUDA

Más que un prólogo convencional éste es el prólogo de una duda. Busco ayudarme con algún ejemplo práctico para justificar el título del presente libro, que reza 'La realidad y otros inventos', y puede verse contradictorio según el lector con que se mire.
Esta anécdota es muy antigua pero conserva su rotundo vigor: un hombre dice “sólo creo en lo que veo”, mira brillar una estrella y se convence de que existe, aunque la verdad es que ese astro se extinguió siglos antes de que él naciera. ¿Qué sucede aquí? Los ojos del hombre, confabulados con el tiempo y la distancia, le hacen creer una mentira impiadosa. Es otro de los tantos espejismos que nos depara el universo, o mejor: nuestra precaria condición humana.
Lo que valoro en este módico ensayo, entonces, no es el hallazgo de lo real sino la búsqueda de lo verdadero.
Todo lo que llamamos realidad es apenas una construcción de los sentidos: éstos elaboran nuestra ‘idea’ del mundo. Con dos o tres sentidos más o menos, lo que hay a nuestro alrededor se nos presentaría muy distinto.
Puesto de otra forma: no vemos las cosas como son; las vemos como somos. El ser humano ‘percibe’ usando la pobre caja de herramientas sensoriales que lleva por la vida. Entonces, ‘la realidad de las cosas’ es un asunto subjetivo: paradójicamente depende del sujeto y no del objeto; de la forma de ver, más que de lo mirado.
Nuestra percepción del mundo se construye con cinco sentidos (la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto, según el manual); y se expresa con un puñado de símbolos: el lenguaje (órgano constitutivo del pensamiento, según Freud).
Por lo tanto, la realidad es una trampa que tiene este doble cerrojo: el ser humano reproduce vagamente con el lenguaje lo que ya es una mala copia de sus sentidos.
A esta altura mi enfoque merodea lo Platónico, pero no hay jactancia filosófica sino una inquietud artística elemental:
¿Cómo limar los barrotes de la realidad, ese invento ‘físico’ que nos adormece las mejores inquietudes metafísicas? Tal vez la clave sea abrir intensamente los sentidos, y llevar el lenguaje más allá de la función burocrática que se le otorga en casa, en la escuela, en la calle y hasta en la misma literatura.
No hay nada más engañoso que la realidad, y su contraveneno está en la ficción y en la poesía. Hay que leer y escribir desde el recuerdo hasta el delirio, desde la forma simple y clara hasta los contenidos profundos, y también: hasta la mayor abstracción, pero desde las tripas. Porque el arte es el único modo de atravesar la realidad y llegar a las verdades que hay del otro lado.
Borges ya postulaba que el mundo tal como se lo conoce es una elaboración subjetiva de los hombres, y aventuró que si todos se quedaran dormidos a la vez, la realidad podría desintegrarse.
Consecuentemente: una creatividad alerta propicia un mundo mejor.
Tengo para mí que el insomnio, los desvelos y las trasnoches garantizan el futuro del universo. Predico aquí lo que practico siempre: cuando se pone el sol ocurre el trabajo más intenso de mi escritura, y las mejores experiencias con los talleristas de El Aleph cuya producción acompaño.
Alguien objetará que esta percepción de las cosas tampoco es real, pero ninguno puede contradecir mi esperanza de que resulte verdadera.
En todo caso soy apenas un hombre, y es la estrella que elijo ver brillar.
Edgardo Ariel Epherra
Prólogo de la Antología
'La realidad y otros inventos'

2 comentarios:

Anónimo dijo...

'Lástima grande que no sea verdad tanta belleza', ¿eh?

Anónimo dijo...

Cierto, muy cierto: en no dormir, en no dormirse, está la lucidez y la esperanza. Trasnochemos, permanezcamos.
Laura Miguel; C orrientes, Argentina.