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lunes, 16 de septiembre de 2024

GAS PIMIENTA Y TRES MILAGROS

CRÓNICA DE SÍMBOLOS RECUPERADOS

Cuando llego al salón de SUTEPA mi objetivo es aportar un par de narraciones a la “Celebración de la Brevedad II” que organiza Macedonia, la editorial de Fabián Vique. Ya hay mucha gente: un bullicioso grupo se abre y dos o tres colegas me integran con mezcla de ternura y efusividad. Los conocidos presentan al resto, y pronto estoy multiplicando el rito con escritoras, editores, docentes, talleristas y lectores que llegan de capital, provincias y el exterior. La cordialidad no debería sorprender. Pero cuando el ‘sálvese quien pueda’ consigue agrietar el espacio entre los cuerpos, entonces las almas van enfriándose, arrinconadas y solas, y todos naturalizamos el maltrato. Así que esta celebración de lo breve ya recupera un símbolo: el viejo y querido abrazo argentino.

Al ingresar en el auditorio aprecio (y es la palabra) una mesa muy bien dispuesta, flanqueada por dos banners: uno da cuenta de que Macedonia viene publicando buena literatura desde 2008. El otro identifica al salón de actos -que gestionó Juan Romagnoli- como propiedad de un gremio. Semejante convergencia de cultura y sindicalismo me confirma que algo bueno sucede o está por ocurrir, puesto que son dos actividades que nos hablan de inteligencia y sensibilidad, una, y de compromiso solidario la otra. Así descubro un nuevo símbolo recuperado: la creación artística y la defensa de condiciones de trabajo dignas, en un mismo evento, conviviendo en la ciudad de la furia, en esta Argentina que somos. Modesto milagro pero milagro al fin.

Este 11 de septiembre es una fecha especialmente difícil para muchos de nosotros: hoy se celebró el Día del Maestro, y hubo protesta en la calle porque se compraban legisladores para que vendieran a los jubilados. Por estas horas la policía rociaba con gas pimienta los ojos de un abuelo de 75 años y los de una nena de 10. De veredas tan sangrientas muchos llegamos a este evento literario. Y entonces, ahora, me miran esos rostros en blanco y negro. El banner del sindicato eterniza fotos de afiliados detenidos – desaparecidos en la última dictadura, con una frase que recuerda: “sin memoria no hay verdad ni justicia”. Es el tercer ‘símbolo recuperado’ (que no el último) al final de una extraña jornada.

Esta crónica no auspicia mayores optimismos acerca de la bonhomía de las multitudes, el futuro del trabajo digno, el arte como condición suprema, el final de la crueldad, o una política higienizada de advenedizos corruptos. Sólo abarca un momento breve (como la ficción que se celebra) en esta ‘Ciudad Autónoma’ cuyos habitantes practican, en amplia mayoría, formas de vida y de(s)trato proclives al individualismo y la banalidad. Pero la fiesta macedónica existió, se percibía, pudo olerse, escucharse, saborearse, y perdura en las almas de todos y en el cuerpo de cada uno.

Estoy reportando aquí milagros casi imperceptibles pero bien concretos: verdaderos símbolos recobrados. Espacios que se reinventan, ensanchan y habitan con esperanza. En alguna medida es abandonar las protestas confortables ¿y tranquilizadoras? de las redes sociales, reivindicar el diálogo, los debates abiertos, las disidencias teóricas y la inclusión física de los otros, de nosotros, en espacios públicos. Y los hechos que se narran demuestran que estas cosas ocurren y se van multiplicando. ¿Importa más entonces lo simbólico o lo material? Cada lector deberá decidirlo. Quien escribe es el último en enterarse. Cuentan que Hesíodo en la Grecia clásica les preguntó a las Musas: “¿Cómo puedo perfeccionar mi oficio de contar la vida?” Y ellas le aconsejaron: “Debes salir a narrar cosas que no son ciertas, pero que son verdad”. Hasta aquí mi humilde intento.  

Edgardo Ariel Epherra